Cristóbal Colón y su tripulación, en su cuarto viaje en 1502, atracados en la isla de Guanja, frente a las costas de Honduras, recibieron como presente de los habitantes de esta isla unas pequeñas nueces de forma ovalada y color marrón. Con ellas se elaboraba el xocolatl una bebida de fuerte sabor que producía una gran energía y vitalidad.
Pero no es hasta la llegada de Hernán Cortés a México en 1519 cuando podemos hablar del verdadero descubrimiento del cacao por parte de los españoles, que dieron a este fruto el nombre de amígdala pecuniaria o almendra del dinero, ya que era usado también como moneda de cambio. Hernán Cortés se dio cuenta pronto del valor nutritivo y tonificante de esta bebida, que permitía a los soldados españoles estar todo el día de marcha sin ningún alimento más y favoreció y extendió su cultivo.
Por otra parte, la civilización maya empezó a cultivar el árbol del cacao hace más de 2000 años. En la cultura maya se le daba un gran valor a sus semillas, que se utilizaban como moneda y, gracias a sus cualidades nutritivas, como alimento.
También la cultura azteca fue la continuadora de esta tradición. Para los aztecas, el cacao era un regalo de los Dioses, recibido a través de Quetzalcoatl, su dios de la cultura y jardinero del paraíso. Según la mitología azteca, Quetzalcoatl, al ser expulsado del Paraíso, prometió a su pueblo que regresaría.
Así cuando Hernán Cortés apareció en las costas de su Imperio pensaron que era la reencarnación de Quetzalcoatl. Moctezuma, emperador de los aztecas, lo recibió como una divinidad y le ofreció en un vaso de oro el “alimento de los dioses”, reservado a personas de alta posición social.
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